
Nuestro interés se dirigirá ahora hacia otro punto. La marcha de la madre no era de ningún modo agradable ni indiferente, para el niño. ¿Cómo [entender] que el niño repita como un juego el suceso penoso para él? Se querrá quizá responder que la marcha tenía que ser representada como condición preliminar de la alegre reaparición y que en esta última se hallaba la verdadera intención del juego; pero esto queda contradicho por la observación de que la 1ºparte, la marcha, era representada por sí sola como juego y, además, con mucha mayor frecuencia que su regocijado final.
.. se experimenta la impresión de que ha sido otro el motivo por el cual el niño ha convertido en juego el suceso desagradable. En éste representaba el niño un papel pasivo, era el objeto del suceso, papel que trueca por el activo repitiendo el suceso, a pesar de ser penoso para él como juego. Este impulso podría atribuirse a un instinto de dominio, que se hace independiente de que el recuerdo fuera o no penoso en sí. Puede intentarse también otra interpretación diferente. El arrojar el objeto de modo que desapareciese o quedase lejos podía ser asimismo la satisfacción de un reprimido impulso vengativo contra la madre por haberse separado del niño y significar el enfado de éste: «Te puedes ir, no te necesito. Soy yo mismo el que te echa.»
Agregaremos que la imitación y el juego artístico de los adultos, que, a diferencia de los infantiles, van dirigidos ya hacia espectadores, no ahorran a éstos las impresiones más dolorosas -así en la tragedia-, las cuales, sin embargo, pueden ser sentidas por ellos como un elevado placer. .. Es éste el origen de la proyección, a la que tan importante papel está reservado en la causación de procesos patológicos.
[esfinge; M.Ernst, Una semana de bondad]
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