
Al ser una terapia muy demandada, el potencial mercado para los vibradores era enorme, y esto fue aprovechado por la empresa Hamilton Beach que los patentó en 1902. Así, el vibrador personal fue el tercer aparato eléctrico disponible en los hogares, solamente precedido por la nevera y el ventilador, pero mucho más antiguo que la plancha eléctrica, la licuadora y la aspiradora. Las mujeres podían comprar sus aparatos por correo ya que se anunciaban normalmente en revistas de decoración y bordado. Su comercialización llegó a tal extremo que algunos modelos incluían un recambio adaptable que convertía al vibrador ¡en una batiDora!

Esto originó que los vibradores desaparecieran de las revistas femeninas, catálogos y estantes de tiendas populares como Sears, donde se habían vendido durante casi medio siglo. Lo que resulta fascinante de esta historia es hasta qué punto la sexualidad femenina ha sido relegada al olvido como para que su orgasmo sea considerado un “paroxismo nervioso” totalmente desligado de la sexualidad, y que el deseo sexual femenino haya sido considerado durante tantos siglos una “enfermedad”.
Es más, habría que reflexionar el por qué algo que estaba totalmente normalizado e implantado en el mercado como algo beneficioso para la mujer, en cuanto se le atribuyó un carácter no médico, sino simplemente placentero, fue repudiado y convertido en tabú.
[si hay ganas, ver juntas Hysteria sobre el peligroso aparatito de Granville, y Un método peligroso, de Cronenberg, sobre el peligroso aparatito de Sigmund F -o en su defecto : http://www.youtube.com/watch?v=MlnrHeNJQoQ ]
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