un texto de Michel Leiris, que describe sus náuseas y su horror frente a un botón -objeto que también le funciona como un fetiche cuando se presenta como colección en una hilera de botones. Si una mujer lleva una prenda con una hilera de botones, causa su excitación y su deseo; el botón aislado solo le significa la castración como tal. Se trata de una identidad y una diferencia que coincide en el mismo objeto: entre la hilera de botones donde no falta ninguno y el botón aislado, hay un borde.


Parece ser que hasta el siglo XII no existían los botones, antes de ese momento las prendas se cerraban con costuras. Esas cicatrices desaparecieron cuando se inventó el botón y el ojal.
Siempre recuerdo a una persona muy inteligente, afirmada entre la neurosis obsesiva y la psicosis, que tenía —es frecuente en la neurosis obsesiva— un horror inconmensurable respecto de la posibilidad de que algo se rasgara. Se torturaba con fantasías de pasar por una puerta, enganchar su saco en el picaporte... ¿cuál es la relación que esto mantiene con algo del orden de lo que es sexual y con algún goce? Este síntoma es imposible de aclarar sin la significación del falo y su relación con la castración: este muchacho llega a decir que los sacos vienen con botones de la misma manera que los duraznos vienen del duraznero. Es decir, la idea de la costura y del agregado de algo mediante una costura a una tela, le era absolutamente inconcebible, no podía ni siquiera significar la construcción de algo en esos términos. Era una prenda de vestir pero podría ser cualquier otra cosa que pusiera en juego ese tipo de relación entre un tajo, una costura y algo que se puede despegar -concretamente el botón: algo que se puede cortar o desprender, sobre todo, desprender. [A. Seeber, Pinto y coso, óleo s/ tela]
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